Por fin, después de meses salía de mi casa.
Era medio día y hacia un día relativamente despejado. El aire estaba cargado de
humedad, había sido una noche lluviosa. Pensaba que cuando saliera iba a ser
algo especial, pero no. Parecía como si estuviera en mi patio, mucho más
grande; pero mi patio.
Caminé sin afán, intentando ser
natural. No tenia miedo ¿Debería tenerlo? Mi encierro era estratégico, eso me
lo repetía una y otra vez. El miedo era un sentimiento desgarrador que no
estaba dispuesto a sentir.
Crucé la primera esquina, tenia
que ir a la droguería. La persona que normalmente
hacia esas tontas diligencias por mi estaba ausente. Eso podía ser extraño,
pero también podía ser completamente normal. Afuera hay trancones,
distracciones, amigos, amigas y un sinfín de cosas que lo hubiesen podido retasar. También podría estar muerto, secuestrado o siendo torturado. Pero todas
las posibilidades podían ser verdaderas.
Mi respiración es acompasada, me
hago consciente de ella. Inhalación, exhalación, allí está el secreto de la
vida… Y de la muerte.
Mis pupilas se dilatan. Rojo fuego.
Un aroma dulzón me embriaga al instante. Es agradable. Hay una risita. Hay una
mujer. Una hermosa mujer. Esta hablando con un desconocido. No. Se está despidiendo.
Tanta quietud tal vez me haya
hecho algún daño mental. Mi respiración, mi respiración… ¿Inhalo o exhalo?
Suspiro. La mujer da la vuelta. Rojo Fuego. Azul cielo.
Sus ojos se clavan en mí, siento
que me pongo del color de su cabello.
Estoy nervioso, asustado, loco.
Completamente loco. Inhalo, pero no aire, respiro su aliento. Inhalo su aroma. Tomo
una decisión.
Disimuladamente doy la vuelta..
Izquierda, derecha, ya me acerco. Voy detrás de ella, la voy a perseguir. Si.
Estoy seguro. Esto hay que llevarlo hasta el final, no me voy a detener. Nada
me va a detener. Sonrió. Estoy loco. Inhalo.
Rojo fuego.
Izquierda, derecha una vez más. Su
manera de caminar es grácil, pero rápida. Siento que me estoy esforzando y sigo
respirando tranquilamente. Tengo un objetivo, los locos no. Probablemente no
esté tan loco. Probablemente tenga un plan.
Entro por una puerta angosta,
ubicada entre dos almacenes. Una puerta casi imperceptible. Ella la vio, yo también.
Inhalo, exhalo. Rojo Fuego ¿Dónde estás?
La puerta conduce a un corredor
largo sin ninguna otra puerta auxiliar. Pero ella no aparece. Sigo caminando.
Su aroma aún queda en el ambiente, pero de repente parece más lejano. El recuerdo de aquel cabello rojo, se me muestra no tan rojo. Su
mirada no tan atractiva. ¿Será cuestión de mi memoria?.
¿Qué estoy haciendo?
Definitivamente el encierro me volvió loco. Me aparto del mundo, por una razón
que parezco olvidar y en la primera vez que pongo un pie fuera de mi seguro
hogar, me encuentro atrapado en un callejón.
Mierda y mil veces mierda.
Ya no estoy loco. Ya no es un
juego. Ya no es Rojo Fuego ni Azul Cielo. Solo es mi perdición.
Una voz, resuena atrás de mí.
--¿Quién persigue a quien?
Me doy la vuelta y ella está tras
de mi. Sonríe. ¿Cuantas veces he visto su rostro? Aun no aprendo. Algo me
golpea por detrás y me encuentro con el asfalto. Me sabe a sangre, me sabe a
asfalto. Me sabe a suciedad, a orín y de nuevo a sangre. No estábamos solos.
Antes de poder darme cuenta me encuentro en una habitación circular rodeado de
hombres mucho más grandes y fuertes que yo. Todos me sonríen desde arriba.
Una pistola se acerca a mí. Como
tantas otras veces… Siento un frio lacerante. Está dentro de mi. Como tantas
otras veces. No tardarán en disparar.
--Te voy a matar – no recuerdo
cómo era su voz pero si sus palabras.
Y recuerdo que no gritó cuando, de
repente, la luz se encendió. Solo hizo leve gesto que me mostró su sorpresa.
-¿Quién va a matar a quien? –
Quise que el momento fuera teatral. Por eso Halcón y yo lo dijimos al mismo
tiempo. Tres disparos sonaron. Mientras ella, Alea, caía al fin, junto a mi
encierro. Eliminado una más de mi lista. Sus hombres se arrodillaron y soltaron
los rifles con miedo.
Sonreí. Yo seguía en el suelo.
Ella estaba a mi lado. Rojo Fuego… No, Rojo Sangre. Azul cielo… No. Ojos
blancos, blanco del tono de la muerte. Estoy loco. Esto apenas comienza. Inhalo, exhalo.
Hay muchas más mujeres por
seguir. Mi encierro ya, por fin, con esta tonta pelirroja, vio su fin.
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