domingo, 4 de diciembre de 2011

NOCHE ROJA


Caía la inocencia y mientras los sueños se desvelaban, una sonrisa aparecía. Las apariencias siempre te engañan. No era para nada inofensiva.
La noche traía consigo su misterio. Tenía un arma en su mano, era parte de su cuerpo. Todo está teñido de rojo y negro y gris, y la luna blanca mira con tristeza la escena final de su hermana; su última aparición.
La belleza sacrificada. La trajo atraída por mentiras. Era un experto en las palabras,  especialmente aquellas hechas a base de carroña. La negra intención que no contempló, hasta que su final llego. Sin avisar, sin esperarlo.  
Una inocente palabra, que soltó con estupor. En todos lados la gente la repite, el hijo a la madre, la madre al hijo, el hombre a su amada, su amada al traidor. Es el opio que se necesita para que empiece la acción.  
Te amo.
El aire tiembla, un sonido que invade. Pero ya todo está planeado, todo está escrito. Sus labios rojos se acercan, muy rojos. Por un momento me pierdo. Me concentro. Son sus ojos los que no miran más allá, su agudo olfato, el que no siente el metal que se acerca por detrás. Yo soy el que la tiene en mis manos, no ella a mí.
La beso. Disparo. Cae en mis brazos. La asesino. La amo… Ya terminó. La farsa acabo. Ha muerto. No volverá.  
La luna llora, yo sonrío. Su rojo es gris, es blanco, es negro, es luz, es mentira. No es nada.

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