miércoles, 15 de enero de 2014

LA SOCIEDAD DEL INFIERNO

Nunca logré acoplarme realmente a ésta basura. Por supuesto que sabía seguir sus reglas, llevar una conversación amena, aparentar ser feliz frente a todo el mundo e incluso tener éxito académico y profesional. Por su puesto que la gente me miraba y al empezar a hablar sonaba como una persona interesante. Por su puesto que entendí cómo funcionaban las cosas, pero lo hice como quien entiende el juego del póker pero le aburre, le da lo mismo apostar mucho o poco, le da lo mismo perder o ganar.
Pero esta ruta no hizo que me inclinara por el sarcasmo continuo, por la vida como una broma sin gracia, porque en medio de todo para mi nunca perdió la esencia ridícula que le vi a nuestro modo de afrontarla.
Éste circo sin payasos nunca me pareció nada divertido. La mediocridad aceptada por todos nunca me pareció alucinante. La normalidad nunca me pareció una senda sana. La payasada de pasar los días, de hacer lo que dicen que hay que hacer. Para mi aceptar la autoridad no era más que perder un poco del alma y no se trató nunca de esa rebeldía que quería atención. Me cago en la atención.
 Nunca he podido entender cómo todo el sistema se basa en mentiras comunales. Todos nos aplaudimos unos a otros por cosas insignificantes. Un cartón, un carro hermoso, una nueva casa, un computador más rápido. Mira, que cada cosa que posees no es más que una cadena que te ata a la aburrida mediocridad del mundo. Mira, que todos dicen que esto no importa pero nadie lo aplica en verdad. Esas cosas son el centro y el final.
Algunos avispados se intentan rebelar contra esta realidad y se van lanza en ristre a intentar cambiar un sistema con el que se sienten maltratados. Terminan siendo una boca más de una organización más grande y de nuevo, pierden el control. Otros hay, de esos que gritan al mundo que son solitarios y se ocultan en la profundidad, en las sombras para evitar cualquier contacto. Terminan comprando el arma de su preferencia y matando a unos y a otros sin piedad, para luego quitarse la vida…
Ah… quitarse la vida. Mira que es el único acto de rebeldía del que se puede disponer realmente. Quisieron algunos en algún momento ser verdes y ecológicos, su idea rápidamente se transformó en un arma de ventas increíbles, todo se volvió eco-loquesea y la gente se sentía feliz por aportar comprando un utensilio más. La misma mierda vendida de manera diferente. La necesidad del objeto y la promesa de que éste te va a llevar a una felicidad sublime que mereces por trabajar todos los sagrados días en una oficina. Te metes la mentira de que lo haces por los hijos que tienes en casa ¿Y qué es lo que les estás dando? El dinero que necesitan para ser alimentados mientras se dirigen al mismo matadero en el que tú te encuentras. Los pones en engorde mientras entran a una etapa de productividad donde se encerrarán en la misma mediocridad que tú estás condenado a vivir. Despiertas pues es hora de trabajar, consigues logros vanos e inicuos que te aplauden tus colegas que simplemente siguen tú mismo juego. ¿Pero vivir? No hay tiempo para esa mierda, y si te lo tomas, seguro te hará falta el dinero. No te preocupes, debes ser feliz pues hoy has podido contestar tres llamadas más en tu día que la última vez. El informe que hiciste fue alabado por tu jefe. La productividad de tu sector subió en nomeimporta qué puto porcentaje. ¿Y qué ha pasado con el mundo, qué ha pasado en ti?  
Perdí el hilo estaba pensando en eso de quitarse la vida… Sí, todo lo que intenta ir contra la corriente rápidamente le ayuda a crecer. No importa con qué la ataques, ésta siempre sabe utilizar tu fuerza para su beneficio. Un poder de una sola dirección. Un agujero negro. Pero la muerte ¿Cómo puede acaso el mundo que busca la vida eterna hacer de la muerte humana un negocio? Las guerras son pequeñas excepciones que se permiten con relativa continuidad para que la vida sea exaltada otra vez como lo importante. Pero el suicidio, el arrebato racional de la vida; contra eso el sistema no puede luchar.
 Se supone que la vida está llena de cosas bellas que pueden ser bien aprovechadas, que puedes vivir con intensidad. Se supone que están el arte y el amor. Pero mira de nuevo, el arte no es más que un modo más de ganar dinero, con personas que se esfuerzan cada día por hacer algo más fácil de digerir, acoplado a los tiempos en los que vivimos donde las ocupaciones no nos dan tiempo de apreciar algo hermoso. Lo mediocre es la regla. ¿Y el amor? Capturado completamente en el artificio de la propiedad, parte de una jaula en la que no puedes moverte, en la que no vale pedir algo sublime, las historias repetidas de manera cliché, pareciera que intentaremos acoplar nuestras vidas a los guiones de las películas ficticias que vamos a ver.
Así que acá estoy, un hombre exitoso en el borde del precipicio, queriendo demostrar que el éxito real no consiste en la realización. Hay personas que nacemos marcadas, que no podemos vivir con la intensidad que se requiere en este juego de mentiras falsas y superficialidades profundas. Al abandonar a la miseria los sueños de cambio no queda más que el arrebato de la impulsividad.
Claro que disfruté de momentos, claro que saboreé la felicidad, claro que sentí un arrebato de pasión y me sentí en el cielo más hermoso mientras besaba a alguien. Pero aún me pregunto cómo podemos vivir en un mundo que a nuestro alrededor se diluye y desaparece en medio de la podredumbre, cómo los muertos se cuentan en millares y la vida se pierde en éste vacío sin sentido. Cómo lo hermoso es solo un pequeño segundo que no tienes tiempo de apreciar. Nadie alaba la obra de arte de no ser que quiera vanagloriarse en su cultura. Igual que cerdos revolcándose en la mierda de su hermano.  
Apunto de quitarme la vida y botarme por el precipicio escuché la voz que me hizo la promesa.
-Uno de los nuestros. Ven conmigo y te daré una oportunidad de vivir. Sentirás cada una de las sensaciones intensas que deseabas sentir, sentirás cada una de las delicias de la vida que la sociedad no te deja vivir. Ven conmigo y sentirás lo que es asesinar, estarás cerca de la muerte, sentirás el dolor más grande que puedas sentir en éste plano físico. Ven conmigo y vomitaremos en la cara de las añoranzas del mundo de plástico y su paraíso de cosas hermosas donde la fealdad no tiene cabida. Ven y te mostraré la verdadera vida en esta tierra: te mostraré lo más profundo de éste infierno.
Pensaba que no habrían palabras me obligarían a desistir de mi inexorable decisión.

-¿De qué se trata? – respondí. 

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