¿Pero quien era ella?
Incluso cabía preguntarse por el que,
Si ella no era más que un reflejo,
Una pálida ilusión de su rostro delirante,
Una extraña creación palpable de lo etéreo,
Una condición reinante y a la vez electrizante
El doble de una realidad ilusionada,
Si es que acaso esa fuese la palabra,
Un reflejo corpóreo del ser,
Que consume cuanto puede de él,
Que nunca pierde el disfraz,
Que siempre sabe engañar.
La mentira de todo el día,
La amante oficial,
El abierto engaño del que nadie duda jamás,
Ni siquiera el mismo que se lo inventó.
Viviendo en un sueño constante,
En el cual la vigilia es lo único cercano
A lo que llaman estar despierto,
Poco a poco empiezas a olvidar,
Aquello que llaman realidad,
Del sueño no dudas,
Pues aunque recuerdes,
Lejanas noches de insomnio,
Noches delirantes llenas de dolor
En las que dormías en el día
Y soñabas con él.
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