Me despierto. Sigo durmiendo. Todo está muy oscuro, la verdad es imposible diferenciarlo. Sueño, vigilia, vigilia sueño.
Mis ojos intentan moverse de un lugar a otro, pero solo encuentran un bloque negro, duro como el concreto, impenetrable. No puedo ver. Pienso que me quedé ciego, llevo mis manos a mi cara, siento mis ojos.
Dolor.
Están abiertos, muy abiertos, tanto que duele. Pero no veo nada, ni la más mínima presencia de luz en todo el cuarto. Supongo que es un cuarto, aunque no lo vea. Empiezo a tomar conciencia de mis otros sentidos, aunque un instante después hubiera preferido no hacerlo. Huele a carne corroída, me huele a coca-cola, a un ligero tufillo a alcohol, a gasolina, a mierda, huele a cadáver, huele a muerte. No. Corrijo: huelo a muerte.
Definitivamente estoy en un cuarto y no puede ser muy grande, tantos olores juntos con tanta fuerza no pueden encontrarse en ningún lugar demasiado espacioso, menos a campo abierto. Descarto la posibilidad de que el mundo se hubiera apagado de repente. El planeta no se había sumergido en ninguna especie de noche eterna. Si hubiera sido así no hubiera sido sorprendente para nada después de aquel ultimo mes. Que locura.
De nuevo los olores me invaden, entran por mis fosas nasales como si fueran fuego y no paran allí, siguen derecho hasta encontrarse en algún rincón, dentro de mi ombligo. Siento mareo. Algo se acerca a mi boca. Algo me quema. Vomito. Ni me preocupo por limpiarme.
Entonces empiezo a recordar, pero no a través de ideas claras y con sentido, sino a través de imágenes fragmentarias que vienen y van como acuarela diluyéndose en agua, como el vomito diluyéndose en oscuridad. Como mi vida diluyéndose entre la muerte. Como el amor que he perdido, diluyéndose en el olvido.
Con tanta oscuridad a mi alrededor mis pensamientos también parecen oscuros. Empieza a apoderarse de mi una infinita desesperación. Sé que es el final, no puedo escapar. La única posibilidad es encontrar luz. No puedo permitirme enfrentar de una manera tan cruel mi peor pesadilla, aquella que solo me sorprende y me paraliza de terror cuando estoy despierto. La oscuridad. Siempre huía de ella durmiendo, cuando dormía la podía controlar, bastaba con caer profundo y soñar, o en su defecto, optar por quedarme despierto, con los ojos bien abiertos. Ahora parecía dormido, pero estaba despierto.
Su imagen vino a mi, como traída por alguna especie de mensajero. Era ella, igual de bella, era la esperanza, mi esperanza. Pero estaba rodeada por una profunda capa de oscuridad. Sabia perfectamente lo que había pasado. Ella me había atrapado. Ella, quien me había controlado cada vez que la oscuridad se cernía sobre mi.
Quien más te ama es quien más te daña. Eso pensaba yo.
No la maldije, yo también la amaba. ¿Acaso quien no lo hacia? ¿Quien podía resistirse a sus embriagadores encantos?. Pero ahora ella era mi oscuridad. Siempre ocurre lo mismo, siempre me lo advirtieron, nunca hice caso. Llega el momento en que ella se convierte en tu peor enemigo, en tu peor miedo, en tu peor desamor.
Mis ojos no pueden caminar, mis piernas están demasiado cansadas para hacerlo por ellos, mis manos... sí,esa era la solución. Diviso con ellas mi alrededor, siento que el piso está mojado. Sé qué sustancia es, su olor es penetrante e inconfundible, una vez lo hueles lo reconoces por toda la vida. Me arrastro por el suelo un poco más y encuentro a unos pocos metros de distancia lo que sabía que iba a encontrar. A ella, a mi esperanza. Aunque está fría e inerte no está muerta. Todo lo contrario, nunca había estado tan viva. Nunca la había acariciado con tanto cariño, con tanto amor.
Es la luz. Es una caja de fósforos. No, es mi amor, es mi esperanza. Es la luz. Aquella que me saca de lo que más temo, aquella valiente guerrera que enfrenta sin titubear la oscuridad. Entre más fuerte sea su contrincante más fuerzas parece tomar. Una vela en un desierto, en medio día, con el sol en su cenit no es tan fuerte como cuando se enfrenta a su adversario en toda su magnitud. Una vela nunca es más fuerte que en medio de un cuarto completamente oscuro. Un fósforo, tampoco.
Huele a gasolina, es inconfundible su olor.
Tomo el fósforo mientras mis manos tiemblan, el suelo es carrasposo. Enciendo el fósforo, feliz por encontrar la esperanza. Por encontrar a mi amor, cegado por su belleza, por su tranquilidad. Cegado por la vida abrazo la muerte.
La luz invade el lugar, cabalga por el aire como si fuera por arte de magia. Todo parece impregnado por su belleza. El piso alumbra. Las paredes alumbran. Hace calor. Prendo otro fósforo. Me duelen los pies. Huelo a gasolina, huelo a coca-cola, huelo a alcohol, huelo a cadáver. Para suicidarse hay que estar muerto.
Leo en letras escarlatas y con una expresión de horror una frase pintada en la pared, antes de ser víctima de un dolor insoportable, de un ardor inconcebible, de una locura incurable. “La luz no alumbra, solo te deja ver la oscuridad”.
La recuerdo, deslumbrantemente bella. Sus labios se mueven, pronunciando unas palabras que llegan hasta mi y me producen tranquilidad. Lo que me pareció siempre una cátedra de filosofía hoy me hubiera salvado la vida.
La luz me invade, me ciega. Abrazando la vida me lanzo a la muerte. Abrazado a la esperanza me lanzo al terror.
lunes, 22 de agosto de 2011
lunes, 8 de agosto de 2011
Dolor eterno
Voy hacia aquel camino,
Busco en medio de oscuridad,
Estoy cansado, mutilado,
Ya no puedo andar más,
Buscando a tientas,
¿Estarás en el más allá?
La tierra tiembla,
Y la sonrisa se aterra
Cuando contempla tu mirar,
Fuego negro no para de danzar.
Alzo la vista y
Solo encuentro
Fría y negra soledad,
No quedan estrellas,
En éste mundo sin par.
Solo una eterna Neblina,
Que confunde los sentidos,
Una eterna tempestad,
Que desgarra tus latidos.
El dolor eterno fue creado
Por la misma humanidad.
Busco en medio de oscuridad,
Estoy cansado, mutilado,
Ya no puedo andar más,
Buscando a tientas,
¿Estarás en el más allá?
La tierra tiembla,
Y la sonrisa se aterra
Cuando contempla tu mirar,
Fuego negro no para de danzar.
Alzo la vista y
Solo encuentro
Fría y negra soledad,
No quedan estrellas,
En éste mundo sin par.
Solo una eterna Neblina,
Que confunde los sentidos,
Una eterna tempestad,
Que desgarra tus latidos.
El dolor eterno fue creado
Por la misma humanidad.
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